Disfruta de la experiencia con tus cinco sentidos... la aventura no ha hecho más que empezar. Estamos en Bahía de Uvita, Costa Ballena, Costa Rica. Biología tropical, cocina y arte, los metemos a la batidora... y tenemos nuestro club rural, refrescante y sabroso... ven a disfrutar de nuestros atardeceres!

miércoles, 21 de julio de 2010

Homenaje al pequeño conquistador




Homenaje al pequeño conquistador

Al principio de conocernos no lo voy a negar… tampoco me parecías tan especial. Un pequeñajo, con rastitas, con los ojos legañosos y unas manías raras.
¿Por qué les ladrabas a los perros grandes por la calle?
¿Por qué me enseñabas los dientes si no te dejaba entrar en mi habitación por las noches? Y mira que yo nunca te lo toleré, ni por un segundo te permití tus desplantes.

Te escapaste un día antes de que yo llegara a Mallorca. Y aunque sólo nos habíamos visto en un par de ocasiones ya entonces el corazón me dio un vuelco. Y te buscamos dos días y no te encontramos, y de repente el conserje de los apartamentos nos dijo que habías llegado por la noche, y que al no abrir la puerta nosotros (estábamos muy dormidos) un vecino te dejó pasar la noche en su casa, y al día siguiente estabas ahí, con tu carita que nos decía:

- ¿Pero qué os pasa? ¿Por qué tanta preocupación? Si yo estaba por ahí, con una amiguita, revolviendo en las basuras y paseando a la luz de la luna por la orillita del mar….

Entonces yo pensé que te hacía falta una novia. La abstinencia sexual no podía ser buena para ti. Y se lo dije a Eduardo, y puso un anuncio en Internet, y en un santiamén ya tenías a una monada de lhasa, de buena familia, de larga y reluciente melena cepillada todos los días, tan blanquita como tú, y con una amita loca por ella…

Y tuviste descendencia. Sólo dos ricuras peludas, Polo
y Kisa (nombre ficticio porque no lo recuerdo). Y Polo era igualito que tú. Así que era difícil renunciar. Ed se lo llevó a casa, y los padres no lo querían, y el hermano tampoco, y el otro tampoco, así que no hubo más solución. Polo sería mi perrito. Pese a mi vida loca de viajes, madrugones, horas fuera de casa, aeropuertos y oficina.

Y así pensamos Eduardo y yo en vivir juntos. Para estar juntos y para cuidar juntos del pequeño Polo. A mí sola en Barcelona no me sobrevivían ni los cactus.

Y llegastéis los tres de repente, antes de Navidades. Y de joven divorciada más solitaria que la una, me vi rodeada de una familia numerosa. Un novio y dos perros. Así todo de golpe. Y nos fuimos todos a Madrid. Y empezó el periplo de Marco el superviajero.

Mallorca, Madrid, Barcelona, Huesca, Asturias, la Costa Brava e incluso Francia… Todo un experto en viajar de polizonte en el ferry de Mallorca-Barcelona en la furgoneta del M-TEC AUDIO. Y en algún otro vuelo también…

Me sorprendió tu terror por las tormentas. Te ponías a temblar como una hoja, y yo te abrazaba y te decía “No tengas miedo pequeño, que yo no dejaré que te caiga un rayo encima”.

Y empezaste a ser cada vez más cariñoso conmigo. Te ponías muy contento al verme llegar y ya no mordías al pequeño Polo. Ese pequeño intruso que llegó a tu vida como un huracán, con el cambio de casa, de ciudad y de aires. Celillos insoportables que a veces no podías controlar y mordías al pequeñajo que te seguía con admiración. Buscando jugar contigo y tú nunca querías… Hasta que dejaste de hacerte el duro y empezaste a hacer gruñiditos de abuelo refunfuñón porque en el fondo, las gracietas te Polo te llegaban al corazoncito… Y os hicisteis los inseparables, y acabó siendo tu compinche lazarillo, gran colega de correteos, de ladridos a través de la reja al enorme labrador marrón de Sant Just, de morisquetas para conseguir un trocito de salchicha. Te convertiste en el Sabio del Garrafismo.

Y poco a poco me fuiste cayendo mejor. Te corté las rastas y te lavaba los ojos. Te cepillaba hasta dejarte blanco reluciente como un algodón gigante. Te quitaba los pelos de las orejas para evitar infecciones. Te curé una infección de oídos y una de boca. Te llevé a que te hicieran la higiene dental porque tenías mucho sarro, alguna encía inflamada, y muy mal olor de boca.

Te sacaba de paseo con Polo cuando Ed se iba a Mallorca, y así te cuidaba cuando él no estaba. Y aprendí a tratarte con cariño. Ya casi nunca me enseñabas los dientes por tonterías del tipo:
- Joer, no intentes sacarme de debajo de la cama. Estoy aquí super agusto así que no pienso moverme. Ed es mi dueño y yo duermo con él siempre. Grrrrrrrrrr!!!! ¿A que te muerdo?

Me dio mucha pena enviarte a Mallorca en una jaula con Polo en un avión. Los dos solitos. A Mallorca un mes sin los “papis”. Qué penita.

Y cuando Ed se quedó en Costa Rica y lo asumiste como pérdida (capullo, no te duró ni dos semanas) te fuiste adaptando a mí. Y me convertí en tu amita. Y corría del trabajo para sacar de paseo a los dos perritos más guapos de todo Esplugues de Llobregat.

Me alucinaba como eras capaz de andar por Esplugues sin correa. Si nos parábamos en el semáforo, te parabas con nosotros, si había acera, no ibas por la calzada… qué perro más espabilado. Todo un urbanita. Sólo había problemas si venían perros grandes atados a la vista. Menos mal que tus ojos legañitos no te dejaban ver demasiado lejos…

Y volvió Ed y nos encontró felices de estar juntos, y encantados el uno con el otro… Y reecontraste con amor al amito perdido… No sabías lo que iba a cambiar tu vida…

Y rumbo a Costa Rica. Y aunque la experiencia de las drogas y el avión no debió ser agradable, cuando llegaste a la Playa de Uvita lo flipaste. Nunca viste playa así. Y te volviste un adolescente loco correteando con Polo por esa playa. Te encantó esa playa desde el primer amanecer.

Pero la vida acá era muy diferente. Mucho polvo en el camino y tus ojos cada vez peor. Y las pulgas y las garrapatas. Y ese calor que te dejaba sin aliento. Y no podías correr al ritmo de los demás… Y te tuvimos que poner una cajita en la bici para llevarte en taxi por Uvita. Y esa Lula, ¿quién era esa? Tú ni caso. Una perra tan grande y tan tonta… Ni caso. Como si no existiera. Era como si le dijeses:
- No intentes jugar conmigo que eres muy grande y muy tontorrona.
Y al final la perra grande se hizo sexualmente atractiva (es decir se puso en celo) y perdiste los papeles. Estuvimos casi dos semanas escuchando tus jadeos en tu lucha amorosa por intentar montar a una perra que es cuatro veces tú, desde el amanecer hasta el anochecer. No la dejabas ni un minuto sola. Y la pobre, con cara de paciencia y resignación nunca te enseñó los dientes. Una santa. Y a partir de ahí la cosa cambió. Y ya jugabas con ella, con tus gruñiditos de abuelo, pero al fin y al cabo jugabas como un tontorrón.

Pero yo te veía hacerte mayor por momentos. La vida aquí es mucho más peligrosa. Olas grandes, espacios muy abiertos. Perros grandes y sueltos malvados con ganas de hincarte el diente. Sin aceras. Y con carros. Casi no veías. Te chocabas con casi todo, te caías en huecos, hasta en una piscina. Sólo te atrevías a correr por la playa, que era como el mejor sitio sin obstáculos. Y por el lote. Y aun así, a veces te chocabas con algún tronco o te caías rodando por las escaleras de la cabaña.

Y ese odio por Balto que casi te mata. Creímos perderte aquella noche cuando llegamos de Panamá. No te encontrabámos, y estabas todo en shock, muy malito, ensangrentado, escondido, sin moverte, solo jadeabas y temblabas. Y creíamos que al despertar podías haberte marchado. Te llevamos al veterinario al día siguiente y parecía que no estaba todo perdido. Yo con gripe, te cuidaba todo el santo día, y no quería dejarte solo. Y una mañana me di cuenta de que estabas con mucha fiebre, débil y cansado con expresión de dolor. Y con mis 39 de fiebre te cogí en brazos y bajo el sol ardiente te llevé al lote mientras me flaqueaban las rodillas, y le dije a Ed:
- Coge la furgoneta, nos le llevamos al veterinario. Está peor. Se nos está yendo.
Y es que una de las heridas era peor de lo esperado. Un hueco de más de 8 cm en tu pecho, se te había desgarrado por dentro, y se había creado allí dentro una bolsa de infección del tamaño de una cajetilla de tabaco en ese cuerpo tan pequeño tuyo, el pus salía por a borbotones sucio y maloliente, y el veterinario no pudo dejar de entrever preocupación…
- Antibiótico intravenoso inmediato. Analgésico y Antibiótico oral cada 12 horas. Dos drenajes diarios con clorhexidina. Traele mañana y vemos.
Y al día siguiente ya estabas algo mejor. Y empecé a hacerte yo los lavados de la herida, enfermera 24 horas. Y así pasamos casi una semana. Los ojos, las pastillas, los drenajes, en casita conmigo por las mañanas para descansar. Y volviste a correr por la playa y ya nos dimos cuenta de que estabas renaciendo. Y empecé a vivir con más miedo. Balto podía matarte. Y aprendí a quererte muchísimo y tú a mi también. Y preferías quedarte conmigo muchas veces. Y venías por la noche buscando mis mimos. Y no me volviste a gruñir nunca más. Incluso te tragabas mis presentaciones de Marketing. Y yo te contaba mis dudas y mis sueños mientras te lavaba los ojos cada día y tú me mirabas con adoración.

Y por un disgusto me fui, con miedo de dejarte en Uvita. Y en cuatro días te eché de menos, a todos os eché de menos pero sobre todo a ti, porque me entendías mejor que ninguno de mis perros.

Y cuando volví no podía creerlo. Ya no estabas. Un carro te llevó por delante sin inmutarse siquiera. Y eras blanco, y bien visible, caminabas despacio. El coche iba a 7 km/hora, por un camino de barro lleno de baches, y el hombre decía que no te había visto, que iba mirando las vacas… Te fuiste rápido y sin llorar en los brazos de tu desconsolado Eduardo, que no podía creer lo que había pasado delante de sus ojos. Te fuiste veloz con Geiser y con nuestras viejas Shivas al cielo perruno, lleno de ollas cordero de la abuela, perritas de pelo lustroso y playas interminables. Y a Eduardo se le rompió el corazón al verte morir ante sus ojos, sin poder hacer nada, pero sabía que no había otro camino.

Y ahora Polo se siente muy solo sin ti. Y muy triste. Y te busca por todos lados. Y Eduardo y yo te lloramos mucho y te echamos de menos. Incluso a veces creo que vas a aparecer por la vuelta de la esquina pidiendo un trozo de pollo. Pero poco a poco estaremos mejor. Polo después de tres días ya ha empezado a jugar con una pelota y comer un poco.

Y no hay más culpable que un insensato que atropella perros sin darse cuenta en este país tan hostil con los mejores amigos del hombre. Y has vivido 10 años, muy feliz, con buena gente, con mucho cariño y con mucha diversión.

Te enterró Eduardo cerquita, en nuestra tierra, en la tuya. Y te plantaremos un árbol de flores blancas, tan blancas como tu pelo, que te dará sombrita en este calor tropical. Y estarás siempre con nosotros, en los brinquitos de Polo, en sus ojillos traviesos. En nuestro recuerdo y en nuestro corazón. A la sombra del árbol más lindo del Five Senses, medio despierto, medio dormido, los ojillos entrecerrados y tu sonrisa acalorada.

Hasta siempre querido Marco. Te queremos mucho, pero mucho mucho, y así seguirá siendo. Nos conquistaste para la eternidad.


Tus amitos Ed&Su

1 comentario:

  1. Lo siento mucho..de veras...y sobre todo x tu chico, este verano tuve exactamente la misma experiencia....
    en mis brazos, lo que mas queria, alguien no la habia visto, y se acabo todo.....

    un abrazo

    nico

    ResponderEliminar